¨ ¿A donde vas
corazón con todos esos deseos inconclusos...? ¿Con todos esos sueños sin
cumplir, y esos miedos sin descifrar...?"
¿A
donde vas con un nombre prestado y una vida a medias...?
Yo
tenia un millón de flores para vos, yo tenia mis mejores deseos, y mis mas
terribles pesadillas, tenia para compartir junto a vos mis sueños mas
profundos, mis domingos mas tristes, mis cumpleaños menos felices, yo tenia un
mundo real y a veces insoportable, pero era todo lo que tenia y era todo para
vos, y vos... vos no se, te me escapaste.
Y
ahora estoy acá, esperando a ver si regresas, con mi todo y mi nada, mi música,
la misma que alguna tarde te enamoro, estoy acá esperando, para ver si logramos
traspasar el limite del silencio, si cruzamos el umbral de la fantasía, estoy acá
esperando que nos convirtamos en realidad…¨
Circe
deambulada por la vida, estaba de paso por todo, no sentía que perteneciese a
nada, el 40% de su vida lo pasaba viajando de su casa al trabajo, del trabajo a
lo de sus padres, de ahí a su casa, ella se sentía de prestado en casi todos
lados, menos en un lugar.
Sentía
que el subte era su casa, tenia plena conciencia de que no era muy normal, en
un vagón cualquiera era ella misma, nadie la veía, nadie esperaba nada de ella,
y lo mejor, ella no esperaba nada de nadie. Ahí era libre porque ni pretendía
nada, ni tenia que rendir cuentas, ni tenia obligaciones.
Y
el momento mas sublime de todo viaje era cuando subía algún músico, entonces
ella dejaba esta vida por un instante, y subía al cielo, era mágico, la música
hacia en ella milagros… aunque había músicas que la llevaban mas lejos…
Tenía
casi 30 años, y a su vida le faltaba rock como le decían sus amigas, aunque
realmente ella no entendía muy bien lo que le estaban queriendo decir. Nunca un
gran amor, nunca un gran llanto, o una gran pasión, no entendía el tema ese del
¨amor¨, le parecían todos los tipos mas o menos iguales, con un chamuyo mas o
menos similar, algunos mas elaborados, algunos sabían mirar o tocar mejor, pero
sabia muy bien que eran todas mentiras, cualquiera diría que le habían roto el corazón
200 veces por lo descreída que era.
Pero
no, le bastaba con ver a sus amigas y a sus hermanas, llorando, divorciándose y
sin saber como rearmar sus vidas, le bastaba ver la tibia felicidad de sus
padres para saber que ella no quería eso, el único detalle es que no sabia muy
bien que hacer para llegar a lo que ella deseaba, sabia lo que quería, pero no
tenia ni idea donde buscar, ni que hacer, y lo mas atroz… no sabia que iba a
hacer si lo encontraba. En su fantasía se casaba, tenia más o menos medio millón
de críos, su hombre hacia asados, arreglaba cosas, era atento, era salvaje y
tierno, pero sobre todo, era irreal.
Bueno
cuando se cansaba de soñar se iba al subte, iba a la casa de alguien, no importaba
mucho a donde iba, la cosa era salir de casa.
Un
día cualquiera encontró a un músico que a sus ojos era especial, estaba bajo
tierra en un vagón, tenia como arma de seducción
un violín, pobre hombre, era un simple instrumento de trabajo, pero ella lo vio
como algo sublime que vino a arrebatarle toda la paz, una materialización de
sus fantasías… le hubiera dado todo lo que tenia en la billetera si el accedía
a irse con ella a su casa, creo que lo único que hubiera hecho era sentarlo en
la mesita de luz para contemplarlo, no quería ni tocarlo para no perturbar se
encanto.
Circe
era de alguna forma lo que a ella le gustaría ser, llegando al extremo de la fantasía,
la figura mítica de esa mujer fuerte y llena de poder, que por amor renuncia a
su dones, y se convierte en un ser encantador y amoroso. Circe era una
hechicera despiadada, no tenia compasión de nada, hasta que un día llego a su
isla Ulises, de quien se enamoro perdidamente y por el amor que sentía hacia él,
ella renuncia a sus poderes, y se convierte en una dulce amante.
Su
nombre según ella no tenía nada especial, y ya para poco especial tenía su vida,
se llamaba Ana, y era el fiel reflejo de ella misma, pero lo aborrecía por vulgar. Le gustaba decir que
se llamaba Circe, inventar historias rebuscadas, pensar que tenia un nombre artístico,
y en lo mas profundo pensaba que su pseudo nombre le otorgaba algún poder
especial.
Había llegado el día
de ser audaz, su Ulises con violín estaba ahí, al principio comenzó a cruzarlo
casualmente y no podía apartar su mirada de él, más luego al volver a su hogar ya
no podía alejar su mente del violinista. Todos los días encontraba nuevas
excusas para viajar más que lo habitual, solo para ver si lo cruzaba. Hasta que
decidió asumir que estaba perdidamente enamorada de ese hombre, del que no
sabia básicamente nada, pero su sola presencia, su energía, su mirada que se
rozaba con la de ella, no necesitaba mucho mas para saber que estaba
sucediendo. Y así Circe por primera vez en su vida perdió la razón de la forma más
irracional, y se enamoro de alguien del que no sabía ni el nombre. Tenia un
plan, modesto… pero plan al fin, comenzó por anotar los horarios en los que lo
cruzaba, viajaba con premeditación cuando sabia que el iba a estar ahí. Le
dejaba en el estuche del violín $2, en donde ella anotaba, con inocente
ilusión, su nombre y su número de celular.
Y así pasaron los
días, semanas, meses, nadie llamaba, o mejor dicho cualquiera llamaba, pero
nadie era el. Se enojó con ella misma por haber perdido la razón sin ninguna
buena razón, la falta de control y lógica de sus actos la tenían indignada, y
tenia una inconfesable vergüenza por lo que hacia. Paso de la fe extrema a la
desilusión, y el nunca llamo. Estaba genuinamente enojada con el, porque la
miraba, se miraban a los ojos, y el no hacia nada, ¿como no hace nada? (pensaba
ella). Cada vez que lo veía temblaba como una nena, tenia cosquillas en la
panza, a veces le sudaban las manos, pensó en ir a un psicólogo para que la
¨cure¨. Hasta que un día tomo una nueva decisión. Para comenzar cambio el número
de celular. Siguió dejándole sus $2 porque le daba pudor no hacerlo, pero ya no
escribía nada, y como quien va saliendo de una adicción, comenzó a mermar sus
idas al subte, ya no tenia sentido, no se reconocía a si misma.
Tal vez lo que Circe
no sabia era que esa es la esencia del amor, uno deja de ser el foco de si
mismo, hay una gran parte del amor que carece de razón, se pierde un poco el
control al comienzo, no hay una gran lógica para decir porque nos sentimos
atraídos hacia alguien, ella sintió que era una enfermedad, y de alguna forma
es así, una enfermedad hermosa que nos trastorna un poco.
Una tarde cualquiera,
ella fue a verlo, sabiendo que era una de las últimas veces, entro al vagón con
la cabeza gacha, y al alzar la mirada se lo encontró a él. Estaba ahí, como esperándola,
sentado donde ella solía sentarse, sin violín, sin nada. Él frente a ella, de
la forma más genuina y más real. El ofreciéndole su humanidad para que ella por
fin la descubra. La miro a los ojos, como si se hubiesen mirado durante siglos,
y a su vez como si fuese la primera vez que se veían, fue un instante que
congelo el tiempo.
Finalmente el le
dijo: –
¿tomamos un café…?
Y ella que tenia mil
discursos, que se había imaginado esto una y mil veces, la chica que tenia
todas las respuestas adecuadas no supo que decir. Dio media vuelta y salió de
ese vagón como si la muerte la persiguiera, el corazón se le salía del pecho, su
cabeza la saco de ahí, su corazón quería volver, se dio cuenta cuan cobarde era
y lo que estaba dejando atrás.
¨Y ahí me quede, viéndola huir de sus sueños,
viendo como se escapaba de sus propios deseos, que eran a su vez los míos, no
podía hacer nada para retenerla, solo la ilusión de que ella siempre va a poder
volver, y yo siempre voy a estar acá con mi música y mi humanidad, para
descubrirnos mutuamente, como quien se encuentra un tesoro en un lugar sin fe, yo
no soñaba con nada, y comencé a soñar con ella, Circe me empujo a un sueño,
desde el silencio me mostro su alma…yo se que va a volver, me lo dijeron sus
ojos antes de huir¨.